Las políticas públicas contra la obesidad desde la perspectiva biopolítica
Por obesidad nos referimos a la acumulación excesiva de grasa corporal que puede perjudicar la salud. Aunque se considera una enfermedad en sí misma, también se reconoce como factor de riesgo para desarrollar otras enfermedades crónicas e incluso se asocia con la mortalidad. La obesidad se considera un problema de salud pública en México por las repercusiones en el bienestar de la población. Además, su tratamiento y atención representa una carga económica para el gobierno. En consecuencia, el sistema de salud ha iniciado una guerra en contra de lo que denomina “la epidemia de la obesidad”, usando estrategias intersectoriales dirigidas a la infancia y personas adultas. El enfoque de salud pública para tratar la obesidad consiste en modificar el contexto de las personas, de forma que se reduzca la exposición a alimentación no saludable, evitando responsabilizarles por sus decisiones individuales. Hasta aquí todo parece una estrategia congruente en seguimiento al bienestar de la población. Sin embargo, después de analizar las políticas de salud contra la obesidad desde una mirada biopolítica, nos permite reflexionar en torno a algunos aspectos.
Encuentros entre la biopolítica y la evidencia sobre obesidad
La biopolítica, de acuerdo con Foucault, es la racionalización de la práctica gubernamental al servicio de la economía y productividad, mediante el manejo de los fenómenos de la población humana. De aquí se desprende la pregunta ¿cuál es la necesidad de gobernar?, o en este caso, ¿cuál es la necesidad de implementar políticas públicas contra la obesidad? Comencemos desde la definición de obesidad como posible riesgo a la salud. Haidar señala que desde un enfoque de racionalización económica, la producción y eficiencia son vistos como un producto de la salud. En 2019, la obesidad ocupó el segundo lugar en riesgos para la discapacidad y mortalidad en México. Estos indicadores en salud tienen una relación estrecha con la afectación de la productividad, es decir, la obesidad puede relacionarse con incapacidad laboral y años potenciales de vida perdidos, lo que implicaría una baja de recursos humanos que repercutirían en la producción laboral.
Si bien, hay un acuerdo científico sobre las implicaciones de la obesidad en la salud, también hay un acuerdo en la forma de medir la obesidad. Foucault explica que aquello que se considera como verdad es un consenso entre algún número de personas y la verdad representa poder sobre los demás. En este caso, la verdad científica se sostiene en el uso del índice de masa corporal (IMC). El IMC es una razón entre el peso y altura de la persona, construida por el estadístico Adolphe Quetelet en 1832, que sirve para clasificar a las personas como bajo peso, peso normal, sobrepeso y obesidad, de acuerdo con Nuttall. A pesar de que este índice se creó con base en estudios realizados mayormente en hombres europeos y no se le ha hecho ninguna modificación hasta la actualidad, la Organización Mundial de la Salud (OMS) decretó que el IMC sería un indicador normativo para medir obesidad.
La obesidad se ha vuelto el blanco de intervenciones de salud individuales y poblacionales. Entre las estrategias implementadas a nivel individual se encuentran intervenciones clínicas como dietas para bajar de peso, ejercicio y cirugías. En México las intervenciones del sector público se enfocan en prevenir el alto consumo de bebidas y alimentos ultraprocesados, así como los impuestos a las bebidas azucaradas y el etiquetado de advertencia (con publicidad incluida en los medios). De estas intervenciones, algunas han sido dirigidas a la infancia, como se analiza más adelante.
Los modelos perseguidos por las políticas públicas contra la obesidad
De lo anterior se puede notar una incongruencia. Mientras que las políticas públicas de salud deben enfocarse en el contexto, la realidad estas responsabilizan a las personas de las decisiones sobre su alimentación, bajo el supuesto de que la educación escolar y censura de publicidad hará que tomen las mejores decisiones para su propio beneficio. No obstante, desde la biopolítica tienen sentido estas intervenciones. Foucault maneja el termino de gubernamentalidad, explicado como el conjunto de estrategias basado en conocimientos que el gobierno establece para imponer su poder. Las políticas públicas contra la obesidad podrían ser esa estrategia para moldear la conducta de las personas y reducir su probabilidad de pertenecer a la categoría obesidad. Sin embargo, esto podría remarcar las desigualdades sociales para sectores rezagados que no tienen acceso a educación u otras alternativas de alimentación.
Autoras como Hardwood, han hecho uso del término de biopedagogías, inspirado en el concepto de biopoder de Foucault, para referirse a las estrategias gubernamentales con el fin de disciplinar en beneficio de la salud y la vida. Las estrategias en las escuelas ejercen un poder desde la figura de autoridad del profesorado para persuadir al alumnado acerca de lo que está “bien y mal” en la alimentación y estilos de vida. En la vida adulta, la televisión, la publicidad y las políticas gubernamentales también representan una figura de poder y autoridad. Incluso el sistema de salud nacional está alineado a la máxima autoridad internacional de salud.
Desde la visión de gubernamentalidad de Foucault, hay una serie de actividades que intentan moldear las decisiones individuales para construir una conducta modelo que garantice la salud al servicio de la productividad, pero quizá también se persigue una corporalidad modelo. Como se mencionó, un cuerpo que es identificable como peso “normal” se toma como “verdadero”. La sociedad percibe negativamente a las personas con obesidad, incluso hemos creado aversión y discriminación hacia los cuerpos diversos. Estar dentro de la categoría de obesidad es percibido como fracaso individual. En el trabajo, a un cuerpo con obesidad se le atribuyen ciertos estereotipos (lo que se conoce como sesgo de peso) como menor productividad, menor rendimiento, menor inteligencia, entre otras creencias como arguyen Giel y coautores. Además, se suele asociar a los cuerpos delgados con estereotipos de belleza (especialmente en las mujeres) y salud (aunque la delgadez no es garantía de salud). De tal forma, un cuerpo delgado es deseable en sociedad. Aquí también hay una oportunidad de poder del mercado que se enfoca en vender soluciones individuales para “combatir” la obesidad, pero también la publicidad vende estereotipos corporales y estilos de vida. Por lo que las políticas contra la obesidad parecen estar al servicio del capitalismo.
A pesar del consenso, introyección de estándares y obediencia ante autoridades, existen grupos de resistencia que cuestionan estos discursos y normas. En el sector científico, algunas publicaciones han dejado ver que el IMC no debería ser utilizado como medida universal, puesto que para realizar un diagnóstico de obesidad hace falta considerar otros factores como genética, edad, etnia y sexo. Además, se ha reportado que, en las asociaciones encontradas entre obesidad y enfermedades crónicas, a veces no se consideran antecedentes médicos familiares u otras variables que pueden confundir la asociación. Asimismo, el movimiento liderado por mujeres (conocido como “body positive”) pretende promover la aceptación de diversidades corporales y la no discriminación a personas con obesidad. Aún más importante, busca resignificar a las corporalidades con obesidad como saludables y poderosas como mencionan Lebesco y Wright.
El caso de las estrategias de comunicación utilizadas por la Secretaría de Salud y el gobierno de México para combatir la obesidad
El gobierno ha hecho uso de medios de comunicación masivos como herramientas para que los mensajes de salud tengan un mayor alcance poblacional. En el caso de las políticas públicas contra la obesidad, se han utilizado diversas campañas publicitarias a lo largo de los diferentes sexenios gubernamentales. Un estudio realizado por Cruz y Morales analizó el contenido de los mensajes de cinco programas de prevención de obesidad en México que se promovieron del 2008 al 2013, en los que intervino Secretaría de Salud. El estudio encontró que los mensajes responsabilizan sólo al individuo por su condición de obesidad y el mecanismo que utilizan es difundir el miedo a subir de peso, enfermar y morir. De acuerdo con Cruz y Morales, “la prevención de la obesidad tiene otros intereses que no promueven la salud”, debido que el interés se volcó en convertir a la población en perfectos consumidores, es decir, el gobierno educa sobre el “qué comer, cuánto pesar, qué actividades hacer o qué productos y servicios consumir”.
Otro ejemplo reciente fue cuando en 2020, el actual gobierno presentó una historieta titulada “¿Qué te estas tragando?”, con el objetivo de concientizar a la población y crear mejores hábitos alimenticios. El presidente declaró que además de que la historieta sería repartida en los hogares, se incluiría en los libros de texto educativos. En la historieta se observa a dos personajes principales: Lupita, quien es una niña delgada que come alimentos que se consideran saludables, y Lencho, quien es un niño con obesidad que consume alimentos y bebidas chatarra. La historieta retrata otras escenas como la imagen de la muerte tomando de la mano a una mujer con obesidad. De modo que, la historieta reproduce marcados estigmas de peso que serán asimilados como modelos a seguir dentro de una formación educativa y además son respaldadas por el presidente y otras autoridades. Algunas personas del público en general y profesionales de la salud identificaron los estigmas de salud en la historieta e hicieron críticas en redes sociales, sin embargo, no se realizaron cambios a las imágenes ni personajes.
Conclusión
En resumen, desde el lente de la biopolítica, al gobierno le interesan los cuerpos longevos y productivos pero estos ideales parecieran incompatibles con las atribuciones que se les hacen a las corporalidades con obesidad. Por lo tanto, es esencial plantear algunas críticas a las políticas públicas contra la obesidad. Primero, las políticas públicas se enfocan en solucionar problemas donde es posible intervenir, pero el IMC no es objeto de intervención, puesto que es una medida que tiene problemas de validez. Además, la asociación con otras enfermedades no significa precisamente causalidad. Segundo, la visión de algunas políticas públicas es asumir que el individuo es responsable directo de la toma de sus decisiones, cuando en realidad, la toma de decisiones está influida por la estructura en la que está inmerso. Tercero, esta es una reflexión para cuestionar lo que la biopolítica impone como verdad, quizá sea necesario escuchar las voces críticas para integrarlas y fortalecer las intervenciones en beneficio de la salud, más allá de priorizar la productividad.
Las autoridades gubernamentales sanitarias deben replantear los mensajes que difunden en materia de promoción de la salud. En cada sexenio, los nuevos programas para la promoción de la salud siguen reproduciendo los estigmas de salud, generando consecuencias negativas como la discriminación ante otras diversidades corporales. Las políticas públicas en contra la obesidad deberían ser resultado de un trabajo interdisciplinario que tenga por objetivo la promoción de la salud, evitando generalizar fórmulas que sólo buscan la disminución de peso automática sin explorar las características biológicas, psicológicas y contextuales de las personas. Es hora de replantear el significado de salud en situaciones particulares y poner el bienestar de las personas por encima de la eficiencia.
Romina González Morales es estudiante del Doctorado en Políticas Públicas.
Referencias
Aristegui Noticias. (2020). ¿Qué te estás tragando? Lanzan campaña contra la obesidad en México.
Cruz, V., & Morales, M. D. L. (2019). El contenido en los mensajes de prevención de la obesidad que no previene la salud. Acta Universitaria, 29, 1–9. https://doi.org/10.15174/au.2019.1805
Foucault, M. (2008). El nacimiento de la biopolítica. Fondo de Cultura Económica: México
Giel, K. E., Thiel, A., Teufel, M., Mayer, J., & Zipfel, S. (2010). Weight Bias in Work Settings — a Qualitative Review. Obesity Facts, 3(1), 33–40. https://doi.org/10.1159/000276992
Haidar, V. (2013). ¿Salud y productividad?: sobre la formación de una analítica “económica” de la relación salud-trabajo (Argentina, 1900–1955). Salud Colectiva, 9(2),195–214.[fecha de Consulta 12 de Marzo de 2022]. ISSN: 1669–2381.
Harwood, V. (2009). Theorizing Biopedagogies. En J. Wright & V. Harwood (Eds.), Biopolitics and the «obesity Epidemic» (pp. 15–30). Routledge.
Institute for Health Metrics and Evaluation. (2017, 14 septiembre). Mexico. Recuperado 11 de marzo de 2022.
Lebesco, K. (2004). Revolting Bodies: The Struggle to Redefine Fat Identity, Amherst and Boston: University of Massachusetts Press.
Nuttall, F. Q. (2015). Body Mass Index: Obesity, BMI, and Health: A Critical Review. Nutrition Today: May/June 2015 — Volume 50 — Issue 3 — p 117–128 doi: 10.1097/NT.0000000000000092
Organización Mundial de la Salud. (2020). Obesidad. who.int. Recuperado 11 de marzo de 2022.
Wright, J. (2009). Biopower, Biopedagogies and the Obesity Epidemic. En J. Wright & V. Harwood (Eds.), Biopolitics and the «obesity Epidemic» (pp. 1–14). Routledge.